Al toparnos con maravillas como las pirámides, nos preguntamos cómo fue posible que miles de años atrás semejantes proezas de la ingeniería pudieran llevarse a cabo. Pero un interrogante más fundamental subyace a éste y es: qué tipo de administración pública hizo posible semejante logro, o más precisamente, cómo fue que surgió por primera vez un Estado tan eficaz como el del Antiguo Egipto.

En su obra Los orígenes del orden político el renombrado profesor Francis Fukuyama sostiene que el primer Estado propiamente dicho no surgió ni a las orillas del Nilo, ni en la Mesopotamia del Medio Oriente, sino en la parte continental de la China Antigua, donde la ausencia de grandes obstáculos geográficos como ser imponentes cadenas montañosas o ríos difíciles de cruzar, le permitió a un conquistador proyectar su poderío militar a lo largo de más de mil kilómetros.

Una vez consolidado su señorío, el emperador ofreció a sus conquistados una imagen más paternal y amigable, permitiendo que se imponga en la población la creencia de que poseía un mandato divino (que era revocable si no garantizaba el orden y las cosechas), y mejoró las prestaciones del gobierno a su mando a través de una burocracia meritocrática.

La combinación de belicismo, geografía favorable al despliegue de tropas, conquista y agitación del fanatismo religioso para lograr la cohesión de la población es un modelo de consolidación estatal de enorme poder heurístico, y el doctor Fukuyama lo utiliza para explicar prácticamente todo el decurso de la historia. Incluye el auge y ocaso del Imperio Romano, la verdadera razón por la cual se consolidó la Iglesia en la Edad Media como un Estado casi mundial al calor de la fragmentación política de los bárbaros pueblos europeos, el fanatismo por leer la Biblia en la lengua vernácula; que hizo que países escandinavos como Dinamarca lograran la casi total alfabetización de su población en el siglo XVIII, la razón por la cual el Imperio Otomano se hizo fuerte a través de una burocracia formada por esclavos cristianos castrados y mucho, mucho más.

Pero la eficiencia del Estado, que parece destinada a incrementarse con el paso de los siglos, corre serio riesgo de revertirse, como explica el profesor Fukuyama en Orden político y decadencia política. Allí examina el autor la disfuncionalidad del sistema democrático en muchos países considerados desarrollados en la actualidad, donde el poder de lobby de las corporaciones sobre el Poder Legislativo impide que el Ejecutivo ejecute las políticas públicas populares para los cuales fue votado. Si en su origen el Estado fue patrimonio o coto de caza del emperador chino, se encuentra ahora cooptado por empresarios poderosos, mal institucional que Fukuyama denomina neopatrimonialismo.

La lectura de estos dos tomos del eminente politólogo Francis Fukuyama constituye una apasionante aventura intelectual que nos hará comprender mejor lo que fue, lo que es, y lo que será.

Autor: Denis Horan, politólogo y miembro del staff de la sucursal de Belgrano.